Guerra Florida/rayulechi Malon

En este libro hay volcanes, ramas, fuego, aguademar, montes, culebras, canelo, zorzales, montañas, arboledas, hiedra. Hay, a su vez, gases lacrimógenos y cafés nocturnos, territorio neón, rímeles que se derraman como si petróleo. “¿Cuántas hemos caído/ ya?”, se pregunta este texto. ¿De quiénes fuimos las alas?, parece preguntarse esta ñaña. “No hay tanques en este lugar del mundo/ porque ya hubo suficiente con callar”. La poesía como un modo propicio de ... Ver más Ocultar En este libro hay volcanes, ramas, fuego, aguademar, montes, culebras, canelo, zorzales, montañas, arboledas, hiedra. Hay, a su vez, gases lacrimógenos y cafés nocturnos, territorio neón, rímeles que se derraman como si petróleo. “¿Cuántas hemos caído/ ya?”, se pregunta este texto. ¿De quiénes fuimos las alas?, parece preguntarse esta ñaña. “No hay tanques en este lugar del mundo/ porque ya hubo suficiente con callar”. La poesía como un modo propicio de hacer estallar un silencio de siglos a partir de un lenguaje en el que corazón y palabra laten porque sangran de manera pareja, y resisten. Porque la guerra es la guerra, pero a veces la flor confabula. Viviana Ayilef En este libro hay volcanes, ramas, fuego, aguademar, montes, culebras, canelo, zorzales, montañas, arboledas, hiedra. Hay, a su vez, gases lacrimógenos y cafés nocturnos, territorio neón, rímeles que se derraman como si petróleo. “¿Cuántas hemos caído/ ya?”, se pregunta este texto. ¿De quiénes fuimos las alas?, parece preguntarse esta ñaña. “No hay tanques en este lugar del mundo/ porque ya hubo suficiente con callar”. La poesía como un modo propicio de hacer estallar un silencio de siglos a partir de un lenguaje en el que corazón y palabra laten porque sangran de manera pareja, y resisten. Porque la guerra es la guerra, pero a veces la flor confabula. Viviana Ayilef