La poesía de Nawjan Darwish es ajena a todo patetismo y autocompasión, y esto , por el contrario, provista de ironía, humor y una conmovedora familiaridad con todo lo que nombra. El poeta explora una eternidad permanentemente despedazada, como si hubiese un dios subyacente, no nombrado, que se complaciera en hilvanarnos sufrimientos y desgracias. Raúl Zurita firma el prólogo de este poemario compuesto por siete partes, todas ella atravesadas por personajes exhaustos e infinidad de cruces. Expulsados de su tierra ancestral, permanentemente sitiados y perseguidos, hacen ver al lector que, en esta tierra de víctimas y victimarios, de desplazados y desaparecidos, todos los demás somos sobrevivientes. os aumenta la sensación de que el poeta vive, cada vez m s, en ninguna parte.