Un pintor de iglesias huye de la justicia a través de los diversos territorios de una Colombia desconocida y salvaje. Es el detonante de Peregrino transparente, la nueva y asombrosa novela de Juan Cárdenas: un wéstern, un libro de aventuras, un thriller histórico.
Aunque el detonante es también la lectura de otro libro, la crónica de Manuel Ancízar sobre la labor de la Comisión Corográfica, una delegación de expertos mandatada, en 1850, para realizar un catastro de los recursos naturales, económicos y culturales del país. Una labor burocrática, civilizadora, que no alcanza a reprimir el deslumbre por lo fantástico, delirante o monstruoso que va encontrando en su recorrido. Como parte de la Comisión, el artista inglés Henry Price sigue los rastros del pintor de iglesias, talentoso y escurridizo. Y todo ocurre al tiempo que otra aventura, la de la escritura misma de la novela, va tomando forma ante nuestros ojos.
Situado, expuesto, el narrador se somete a lo que le proponen los personajes, los deja cantar por sí solos y, así, el lector se sorprende junto al narrador con los lugares inesperados a los que los conduce esta aventura. Sea a modo de ensayo, de poesía o wéstern, la reflexión estética se despliega en su dimensión histórica y política, para poner en cuestión empresas como el costumbrismo, el realismo mágico, la pornomiseria o la autoficción, y los soterrados lazos que las une con el racismo, las fantasías nacionalistas, la manipulación sin control del medioambiente o cualquier otra forma de dominación capitalista que hunde sus raíces en el siglo XIX.