El trabajo de Ballen interviene el estatuto de 'la verdad' en la fotografía, transformándola en un híbrido que nos perturba y fascina al mismo tiempo. En sus imágenes conviven objetos en desuso, animales abandonados y sujetos catalogados como 'raros'. Estos son, para la mayoría, sinónimo de lo descartable o desechable, característica que Roger Ballen reutiliza como una suerte de excusa para plasmar a través de la imagen los 'despojos' de la sociedad de consumo. Él reutiliza lo que el poder y la hegemonía 'desechan'. Su imagen, al reivindicar a cada uno de estos excomulgados de la sociedad, se transforma así en una ecología de la memoria.