En estos textos Marcel Proust (1871-1922) se vale de dos artistas para
ilustrar lo que para él son los fines del arte: enseñar a mirar lo que
nos rodea con frescura y admiración, sabiendo hallar su belleza oculta
incluso entre los sencillos objetos, y el poder del genio para crear con
sus pinturas un cosmos cerrado y perfecto