En la China antigua, ¿mantenía el Estado una división de chamanes para controlar las lluvias? ¿Se sabía moldear la personalidad de los niños que estaban aún en el vientre materno? ¿Cómo dictaba la etiqueta que había que declinar un regalo? ¿Quiénes eran aquellos hombres que afirmaban haber logrado la inmortalidad por medio de dietas naturales, de ejercicios sexuales y respiratorios? Compilada y publicada hacia finales del siglo III con afán rigurosamente enciclopédico, esta «Relación de las cosas del mundo» da respuesta a preguntas como éstas y a otras muchas cuestiones semejantes. A lo largo de diez capítulos, las disciplinas ortodoxas (la historia, la geografía, la etnografía, la botánica medicinal, la musicología o la astrología) se funden y confunden con otras menos «oficialmente aceptables» como la alquimia y la literatura extraordinaria, ofreciendo el resultado de un libro que es una imagen del universo según la mentalidad china de la época, una mentalidad radicalmente distinta de ésta con que miramos y nos representamos el mundo en Occidente hoy.