Óscar lleva meses cruzándose con una chica en el metro. “La chica del cuaderno amarillo”, la llama él, porque no sabe su nombre ni nada sobre ella excepto que dibuja y que los días que la ve son mucho mejores que los que no. Valentina lleva meses cruzándose con un chico en el metro. “El chico de las gafas”, lo llama ella porque no sabe su nombre ni nada sobre él excepto que parece distraído y algo triste. Por eso lo dibuja y también porque cuando lo ve se le encoge el estómago y no puede dejar de sonreír durante horas. Un día Óscar decide lanzarse y hablar con ella, pero en el vagón hay demasiada gente y no lo consigue. El mismo día que a Valentina se le cae el cuaderno amarillo al salir del metro y Óscar, aunque intenta devolvérselo, termina quedándoselo. A partir de allí se suceden una serie de circunstancias que impiden que Óscar y Valentina se encuentren. Pero dicen las historias románticas que si dos personas están destinadas a estar juntas al final acabarán encontrándose ¿no? Además, Óscar sueña con la chica del cuaderno amarillo y Valentina siempre dibuja al chico de las gafas. Eso tiene que significar algo. Óscar y Valentina han tomado caminos distintos. No hay muchas posibilidades de que se vuelvan a cruzar y, sin embargo, sus vidas van tropezando la una con la otra, enredándose, hasta que por fin se conocen… y tendrán que decidir qué hacer a partir de entonces. Existe la posibilidad de que se rompan el corazón y existe la posibilidad de que todo salga bien. Las posibilidades son incontables, el daño que pueden causar, a ellos mismos y a los demás, también. Pero ¿acaso no merece la pena intentar vivir una gran historia de amor y encontrar esa única posibilidad de ser felices juntos