Como se ha venido desarrollando en los dos volúmenes anteriores, esta obra se ocupa de analizar el populismo en Chile entre 1925 y 1958, el que surge de un pacto entre sectores populares y un Estado que amplía sus funciones, dando lugar a un régimen político más abierto y sensible a los derechos sociales, que incorpora al mundo popular.
Uno de los rasgos más sobresalientes del populismo latino-americano fue su aporte a la legitimación y expansión de lo popular, favoreciendo una plebeyización de la cultura. Este libro escudriña ese proceso en Chile y el debate sobre la importancia de lo popular en la identidad nacional, algunas iniciativas y orgánicas obreras en materia cultural, y los esfuerzos desplegados desde distintas oficinas gubernamentales para generar o perfilar esa nueva identidad.
La columna vertebral de la acción estatal se asentó en la convicción de que el pueblo no tenía cultura, por lo cual debía ser “culturizado”, llevándole la ‘alta cultura’, ‘civilizándolo’ y mejorándolo racialmente. A contrapelo de las experiencias populistas brasileña y argentina, en Chile no hubo una plebeyización de la cultura, pues lo popular solo fue incorporado en tanto idealización, una visión estilizada y “civilizada” del pueblo. Regenerar al pueblo y no plebeyizar la cultura.