Inventario innumerable de inventos imposibles y perturbadores, coleccionados a su vez por artistas locos que son niños solos, tan caprichosos como la serie alfabética en que maría negroni, con amor y crueldad maximalistas, finge ordenarlos para que recordemos que el yo es un fraude, la civilización una cárcel hipócrita, el tiempo una patraña. La inteligencia crítica gana aquí su modo más voraz en la prosa de la poeta; se compone entonces una teoría o, mejor, una antropología artística de la falta, capaz de tocar por un instante el sueño imposible de la filosofía: conducirnos al centro vacío del ser, aterradora dicha de no saber la nada, de saber nada. Miguel Dalmaroni.