«Comprendí que mi mente nunca conseguiría librarse de ti, que te desearía en tanto continuara respirando. Me trae sin cuidado escribirlo, querida Helga, soy un anciano sin nada que perder. Pronto se apagarán mis brasas cuando yazca con la boca abierta, llena de tierra. ¿Continuaré deseándote?» Bjarni escribe su respuesta tardía a la carta que Helga, la mujer por la que sintió un amor imposible, ilícito y apasionado, le escribió en su juventud invitándole a dejar por ella a su esposa, su granja y su ciudad. Desde la ventana de la habitación con vistas a la granja en la que vivía Helga con su marido, Bjarni encuentra fuerzas para explicarle los motivos de su rechazo y, mientras escribe, en su recuerdo renace todo un mundo rural, una vida sencilla dedicada al pastoreo y atenta a la poesía de la naturaleza en Islandia, pero sobre todo atormentada por el anhelo del cuerpo y la sensualidad de Helga.