Al cumplir ochenta años, David Hockney buscó por primera vez la tranquilidad de la naturaleza: un lugar donde admirar la puesta de sol y el paso de las estaciones, un lugar donde mantenerse al margen de la locura del mundo. Así, el azote de la covid-19 y el confinamiento apenas cambiaron la vida en La Grande Cour, una centenaria casa de campo en Normandía donde Hockney había montado un estudio un año antes, a tiempo de pintar la llegada de la primavera. Es más, incluso disfrutó del aislamiento obligatorio como una oportunidad para dedicarse a su arte con una mayor devoción. No se puede detener la primavera es un manifiesto que reafirma la capacidad del arte para distraernos e inspirarnos. Basado en una gran cantidad de correspondencia y de conversaciones recientes entre Hockney y el crítico de arte Martin Gayford, este libro incluye también una selección inédita de los nuevos dibujos en iPad que Hockney creó en Normandía, así como obras de Van Gogh, Monet y Bruegel, entre otros artistas. Tras una brillante trayectoria al margen de la crítica y de la tradición, Hockney continúa totalmente concentrado en las temáticas que le han fascinado durante décadas: la luz, el color, el espacio, la percepción, el agua, los árboles. Tiene mucho que enseñarnos, no solo sobre cómo mirar... sino también de cómo vivir.