Mediante textos breves y hermosos dibujos, un niño expresa la tristeza
que lo embarga, asociando sus emociones con lo que ve (ausencia de
color) y lo que siente en su mente y en su cuerpo (desconcierto y frío).
Su mundo en blanco y negro lentamente va recobrando las tonalidades en
la medida en que aparecen los mensajes de “la Yoya”, su abuela
recientemente fallecida.
La presencia de estos mensajes —que no son otra cosa que sus propios
recuerdos que empiezan a fluir— le permitirá recobrar la felicidad junto
a la compañía de su madre y de los múltiples detalles de su abuela que
pueblan la casa de color.