Ninguna persona que haya estado en la sala de Iniciación de la Villa
de los Misterios, a las afueras de Pompeya, no puede sino haberse
maravillado de la simplicidad y belleza de los frescos, pintados en el
año 80 a. C., que adornan las cuatro paredes de la estancia. Cada escena
representa una, dos, o acaso tres figuras que, a pesar de dar la
impresión ser retratos de personas reales, fueron pintados con el fin de
escenificar la secuencia de un drama coherente y complejo. Se trata de
la representación visual de un mito y, a la vez, de la puesta en escena
de un ritual de iniciación dionisíaco de la época romana dedicado a las
mujeres.
Atalanta
Linda Fierz - David
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