Saer escribe sus lecturas. Si, como él expresa, la crítica es una forma superior de lectura que en sus grandes momentos es capaz de dar páginas magistrales de literatura, las que componen La narración-objeto son el mejor ejemplo.En las reflexiones sobre la literatura, Cervantes, el tango, Faulkner, Borges, Di Benedetto, Kafka, el criollismo, la poesía argentina, Flaubert y Onetti -además de su propia obra: La pesquisa y Las nubes- aparece la mirada aguda y la vitalidad polémica, pero sobre todo el espíritu crítico de Saer. En estos ensayos, renueva el alcance y valor de la crítica: sostiene que sólo los malos libros la rechazan porque no resisten el análisis y la ética que tal ejercicio intelectual supone. Todo relato es construcción y no discurso; el narrador debe enfrentar los códigos de la prosa de estado e invalidar sus marcos convencionales, y todo gran texto transforma a su lector, transfigura el mundo y rompe el silencio cuando forja nuevos pactos simbólicos.En la persistente lucidez de La narración-objeto, Saer revela su personal postura sobre el arte, derriba los prejuicios sobre lo que es y debe ser la escritura de ficciones y nos permite afirmar que la creación es alegría, pero también arma y consuelo.