El período del que nos ocupamos ahora -dedicado a la literatura del segundo proceso de modernización, desde la eclosión de las vanguardias hacia 1920 hasta 1973-, es el más fecundo en la historia de la literatura chilena y explica la inusual extensión del volumen que nos ha obligado a presentarlo en dos tomos. Este se inscribe en el marco de una cultura en la que el respeto por la palabra escrita era una conducta universalmente aceptada, tanto de parte del Estado como de la ciudadanía, nuestra literatura vio emerger entonces a algunas de sus figuras mayores. Y no solo para su propia historia, también para la historia de la literatura latinoamericana y mundial.