Natalie Waite tiene diecisiete años. Nacida en el seno de una familia
asfixiante constituida por el padre, escritor mediocre y egocéntrico, y
la madre, un ama de casa neurótica, llega el día en que se marcha a
estudiar. Es posible que justo antes de irse pasara algo que no quiere o
no puede contar. Pronto, ya en la universidad, su vida se transformará
en un aterrador juego de espejos. Exploración magistral y perturbadora
de la psique de una adolescente atribulada, Hangsaman (1951) se ha
descrito como una novela de formación y también como una novela de
campus, pero esas definiciones se quedan cortas. Aunque incluye
elementos de ambas, además de un toque satírico, las vicisitudes de la
protagonista acontecen en el límite con la pesadilla. La narración
rezuma ambigüedad. La realidad es esquiva. Tratándose de Shirley
Jackson, la oscuridad está siempre al acecho.