Álvaro Ruiz tan volcado al amor a las tierras pobres, es también un rebelde, un “ladrón de fuego”. Al estilo de los seguidores de Prometeo, interroga a los dioses, a los oráculos, quiere ir más allá de los límites mortales como en los poemas dedicados a su hermana muerta, a sus amigos muertos, a las estrellas oscuras que encienden la memoria, a las linternas que se apagarán en las Hospederías de la Ausencia. Un poeta de dos senderos: el del canto a las tierras pobres, como ya dijimos, y el de la rebelión, que no se bifurcan sino se complementan.
Álvaro Ruiz es un poeta que sabe que la ignorancia es enemiga del canto, un poeta culto que no oculta su filiación y rinde homenaje —no tributo— a sus antepasados. Así en el bello poema “La adormidera” se pregunta: “¿Qué será de Wordsworth, Coleridge y Keats?” (así como el poeta inglés Thomas Hardy se preguntaba “¿Dónde está la alondra de Shelley?”). (Jorge Teillier, Diario La Época, 11 de agosto de 1991)