En el año 29 a. C. Virgilio prometió a Augusto un templo verbal en cuyo centro estaría el propio emperador. Diez años después el poeta yacía moribundo y pedía a sus amigos que redujeran a cenizas la Eneida. Contraviniendo la voluntad del poeta, Augusto ordenó la publicación de la obra, no sin antes expurgar los versos que podrían manchar su fama. El milenio según Virgilio –cuyo fin es la reconstrucción del templo verbal prometido– es un ensayo en que Antonio Cussen guía al lector en el descubrimiento de claves ocultas en el poema que permiten la comprensión de su arquitectura. Según Cussen, en la Eneida Virgilio llevó a cabo un riguroso plan matemático-político-poético, cuyo propósito no era tanto la exaltación de Augusto sino más bien el gradual ascenso de Marcelo, su heredero.