El hombre que amaba los libros ofrece un retrato cálido y a la vez incisivo de alguien cuyo amor por los libros define su mundo. Bob Comet, bibliotecario jubilado, pasa los días en una casa de color menta en Portland, rodeado de volúmenes que le dan sostén y compañía. Su vida, aparentemente tranquila, está atravesada por una melancolía serena y un humor afilado que el autor maneja con pulso seguro. Todo cambia cuando, durante su paseo diario, ayuda a una anciana extraviada en un supermercado y la devuelve a la residencia donde vive. Ese gesto, aparentemente pequeño, lo impulsa a convertirse en voluntario en el centro y a abrirse a una comunidad de residentes con voces singularísimas.Entre esas personas, y tras un roce con un episodio doloroso de su pasado, irán aflorando los detalles que han forjado su manera de ver el mundo. En El hombre que amaba los libros, la novela de Patrick deWitt, detrás de la fachada de hombre práctico y reservado late la historia de un niño que huyó durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, la de un amor verdadero encontrado y luego arrebatado, y la satisfacción de haber encontrado en la vocación de bibliotecario un sentido de propósito y una fuente de placer cotidiano. Las experiencias de Bob están imbuidas de melancolía, pero también de un humor lúcido que le permite ver lo extraordinario en lo ordinario y atraer a su vida a intérpretes insólitos que le confieren nuevos significados.Con un estilo de narración inimitable y una compasión por quienes viven al margen, la novela de Patrick deWitt es ambiciosa en su alcance y lírica en su ejecución. Celebra la vitalidad de la vida cotidiana y plasma, con claridad, la turbulencia que se esconde bajo una superficie serena. Es una lectura para quienes buscan profundidad emocional, personajes bien dibujados y una mirada original sobre la soledad, el pasado y el amor por los libros. Editorial Plata presenta esta obra como una experiencia que deja una sonrisa en el rostro y una resonancia que perdura mucho después de la última página.
