Un bibliotecario debe dar una conferencia sobre la relación entre la lluvia y la poesía. Todo marcha sobre ruedas hasta que se da cuenta de que ha extraviado sus notas para la conferencia. Cultivando el venerable y riesgoso recurso de la improvisación, supera el contratiempo no sin baches discursivos ni sin digresiones que, sin embargo, resultan en un literario boceto sobre sí mismo: su trabajo, sus amores, sus vicios, sus obsesiones. Y, por cierto, sin perder ni por un segundo el fulgor que anima su monólogo: la lluvia y los poetas que la domaron en versos y en memorias. Al final de su charla, una sorprendente presencia en el público engalana esta historia espléndida rebosante de poesía.