El siglo XXI no está resultando ser un gran siglo. Los abusos de un sistema formado por ricos cada vez más ricos y jodidos muy jodidos están a la orden del día. Siguen soñando las pulgas con comprarse un perro y los nadies con salir de pobres.
En esta obra, que terminó un año antes de morir, Eduardo Galeano sale a cazar en esa jungla para mostrarnos –con crudeza, con humor, con ternura– el mundo en que vivimos, desnudando ciertas realidades que, pese a estar al alcance de la mano, no todos llegan a ver.
Pero como sugiere su título, El cazador de historias devela también al narrador que acecha detrás de todos los relatos. Y así, aunque siempre fue reticente a hablar de sí mismo, Galeano cierra este libro con un puñado de bellas y poderosas historias que sorprenden tanto porque ofrecen pistas de su biografía, de sus años de infancia y juventud, de los primeros viajes por América Latina, de las personas que marcaron su vida y su escritura, como porque expresan sus ideas sobre la muerte. Lejos de cualquier lamento, con el puro impulso de la curiosidad y la imaginación, se pregunta cómo será el final, qué deseos, afectos o necesidades aparecerán entonces.
Eduardo Galeano creó una obra que no pasó inadvertida, que culmina con este libro. Varias generaciones la han leído con fruición y seguramente seguirán haciéndolo, porque algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.
Eduardo Galeano Nació en Montevideo en 1940. Desde principios de 1973, vivió exiliado en la Argentina y luego en la costa catalana de España. A principios de 1985 regresó a Montevideo, donde vivió desde entonces. Es autor de varios libros, traducidos a numerosas lenguas. En ellos comete, sin remordimientos, la violación de las fronteras que separan los géneros literarios. A lo largo de una obra donde confluyen la narración y el ensayo, la poesía y la crónica, sus libros recogen las voces del alma y de la calle, y ofrecen una síntesis de la realidad y su memoria.
Ejemplos de esta poética delicada y comprometida a la vez, y testimonio de sus pasiones más arraigadas son el ya clásico Las venas abiertas de América Latina, Nosotros decimos no, Vagamundo, La canción de nosotros, Días y noches de amor y de guerra, Ser como ellos, la trilogía Memoria del fuego, El libro de los abrazos, Las palabras andantes, El fútbol a sol y sombra, Patas arriba y Bocas del tiempo.