William Fiennes vivió desde niño en el castillo de Broughton, propiedad de su familia desde el siglo XIV, lo que conformó para el escritor una sensación de hogar y de arraigo fuera de lo común. Sin embargo, tras una larga enfermedad que a punto estuvo de arrebatarle la vida, Fiennes sintió por primera vez la necesidad de buscar otro lugar. Aquella casa, y el pasado que contenía, se asemejaba de repente más a una cárcel que a un refugio. Inspirado por el reencuentro con una lectura de la infancia sobre la migración de los gansos de las nieves, comenzó a preguntarse qué misteriosas señales les anuncian a las aves que es hora de irse, hora de volar. De manera impulsiva, Fiennes decidió unirse al formidable viaje anual de los gansos. Así, se trasladó desde la campiña inglesa hasta Estados Unidos, donde comenzó su odisea: durante meses acompañó a una inmensa bandada de gansos nivales desde sus áreas de invernada en Texas hasta sus zonas de reproducción en el Círculo Polar Ártico.