En la "Vida de Don Quijote y Sancho", Unamuno asegura que "en "El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha"... se mostró Cervantes muy
por encima de lo que podríamos esperar de él juzgándole por sus otras
obras; se sobrepujó con mucho a sí mismo. Por lo cual es de creer que el
historiador arábigo Cide Hamete Benengeli no es puro recurso literario,
sino que encubre una profunda verdad, cual es la de que esa historia se
la dictó a Cervantes otro que llevaba dentro de sí, y al que ni antes
ni después de haberla escrito, trató una vez más: un espíritu que en las
profundidades de su alma habitaba" (II,74). Sin entrar a hacer
comparaciones impertinentes sobre los respectivos genios de Cervantes y
de Conan Doyle, sí cabe hacerlas sobre los procedimientos narrativos. Y
es que, si don Quijote tuvo su narrador -algún tanto oscurecido por obra
de intérpretes y traductores-, también Sherlock Holmes tuvo el suyo, y
tanto el doctor Watson como Mycroft y el propio Holmes se mostraron casi
siempre por encima de las posibilidades de sir Arthur. En ambos
casos hubo crítica interna. Desde el momento en que don Quijote se supo
en letras de imprenta, se vio "pensativo" e inquieto, imaginando cómo lo
habría tratado su historiador, y ya desde el principio lamentó que el
autor se valiera "de novelas y cuentos ajenos, habiendo tanto que
escribir" de los suyos (II,3). También Holmes vapuleó con cierta
displicencia a su cronista, que tan orgulloso se sentía del "Estudio en
escarlata": "-Lo miré por encima -dijo [Holmes]-. Sinceramente, no
puedo felicitarle por ello. La investigación es, o debería ser, una
ciencia exacta, y se la debe tratar del mismo modo... Algunos hechos hay
que suprimirlos o, al menos, hay que mantener cierto sentido de la
proporción al tratarlos. El único aspecto del caso que merecía ser
mencionado era el curioso razonamiento analítico, de los efectos a las
causas, que me permitió desentrañarlo" (SC, 1).