Mientras vivió en Nueva York, el poeta Rosamel del Valle escribió sobre la ciudad para varios diarios chilenos. El asombro como viajero fue el temple de sus recorridos por las calles, solo o acompañado por personajes reconocibles de la avanzada de chilenos en Estados Unidos. La incipiente cultura del espectáculo, la idiosincrasia, la tecnología y la arquitectura se cruzan en los textos con postales de un pueblo marcado por el multiculturalismo, la inmigración y algunos resabios de la esclavitud que forjó su historia, con la que el cronista se identifica como sudamericano y mestizo.