No se ha tomado aún suficiente conciencia de la importancia del trabajo
de Charlie Watts como baterista y sostén de los Rolling Stones,
verbigracia, su verdadero motor ?aportación de cuya instrumental
importancia siempre se hizo eco y reverencialmente subrayó el propio
Keith Richards: «sin Charlie no habrían existido los Stones»?. Y no le
falta razón. Hay creadores póstumos, músicos cuya obra solo revela su
significado décadas después de haber poblado los surcos de incontables
grabaciones.He aquí la tardía reivindicación ?con nocturnidad e
idolatría; no en vano, este libro nace de una inquebrantable y muy docta
devoción, y al más puro estilo gonzo? del acaso más incomprendido
baterista de la historia del rock. Semblanza cuya lectura agradó
sobremanera a un Charlie Watts reacio, por principios, al vertido de
elogios sobre su persona? pocos meses antes de dejar este mundo. No
alcanza a ocultar el autor, en ningún momento, su incondicional adhesión
al arcano arte de este simpar baterista, y nos invita, por medio de una
accesible y cabal reflexión, a comprender la ?nunca suficientemente
bien ponderada? razón por la cual «la banda de rock ?n? roll más grande
de la historia» necesitaba hacerse con los servicios «del mejor
baterista de rock ?n? roll».A lo largo de cinco décadas, a Watts le cupo
el privilegio de disfrutar de la mejor localidad para gozar del
espectáculo. Estrella antirroquera por antonomasia, fue testigo y
protagonista destacado de una época irrepetible. Han pasado los años y
han cambiado las técnicas y, lamentablemente para algunos, también las
músicas, pero las tablas de la ley y la manera de tocar la batería en el
rock se acuñaron entonces y fijadas quedaron para siempre. Edison nos
cuenta aquí la apasionante historia de esa hazaña.