Con vueltas y curvas también su insaciable pensamiento hila, se acrecienta, retuerce, extiende los anillos en el cuerpo que gobiernan silenciosas las leyes de la bóveda estrellada y le mezclan la furia ardiente e incontenible.
El bosque se yergue temblorosa columna de la noche y es el silencio un cáliz de plata al que caen los instantes sonidos distintos, totales, un cincel cuidadoso que labradas líneas acogen.
Destella de improviso la estatua. Pero los cuerpos se han desvanecido en el mar en el viento en el sol en la lluvia.
Así nacen las bellezas que nos regala la naturaleza pero quién sabe si ha muerto un alma en el mundo.
A la imaginación volverían las serpientes separadas (Esplende el bosque con pájaros brotes y retoños) quedan aún sus crespos giros, iguales a las vueltas del círculo que traen las tristezas.