Este libro que tienes en tus manos empieza con un epígrafe de Louise Glück que nos advierte: “We look at the world once/in childhood. The rest is memory” (“Miramos el mundo una vez/ en la infancia./ El resto es memoria”). Lo que sigue entonces, en estas breves pero intensas páginas, es una indagación en esa memoria y, particularmente, en una experiencia brutal que Dolores Gil, de forma admirable, logra convertir en literatura: un domingo de septiembre de 1992, cuando la narradora tenía solo once años, la enredadera de la casa familiar se prendió fuego. Lo que podría haber sido un pequeño accidente se transformaría en una tragedia que cambiaría la vida de toda su familia para siempre. Solo treinta años después —ahora convertida en madre— se enfrentará a ese duelo con la escritura de este libro único, un relato inolvidable y doloroso, un testimonio sobre la pérdida y sus consecuencias, una lección magistral de literatura.
“El libro de Dolores Gil es ante todo sobrecogedor. Es hermoso en su dolor y es filoso en su escritura. Es amable y amargo, conmueve y alegra, duele y cobija. Y es acaso el intento de escribir un olvido, de hacerlo posible”.