“Una vez, cuando era niña, vi matar a un chancho. Era verano. Las moscas se lanzaban contra los cristales. Me gustaba masticar hielo y en las tardes subía al balcón con un vaso rasante de cubitos a observar al vecino, don Casiano, serruchar muebles viejos en su patio. Pero no ese día. Apenas me apoyé en la baranda, un chillido me golpeó de frente”