Luis Rivano, el “Paco Rivano”, es de los escritores más singulares y
auténticos de la literatura chilena. Irrumpe en la escena cultural de
los cincuenta, en un Santiago bohemio y con aire de pueblo, como un
carabinero bastante peculiar: lector, coleccionista y bibliófilo.
Durante su servicio uniformado conoció a fondo el mundo del hampa, la
pobreza, los barrios extremos y los marginales de toda especie
–cafiches, prostitutas, choros, delincuentes de poca monta, artistas de
extramuros– material que, desde 1965, fue plasmando en novelas, cuentos y
obras de teatro. Autodidacta empecinado, fundó una editorial para
publicar su obra, al tiempo que, expulsado del cuerpo de Carabineros, se
instala como librero en las galerías de San Diego. Bicho raro e
irreductible, este escritor realista de las carencias de nuestro país
–“Chile no tiene más realidad que su miseria”, anotó– conoció tanto el
elogio como la indiferencia de la crítica, hasta su definitivo
reconocimiento en la primera década de este siglo.
En un hábil trabajo documental, Juan Andrés Piña reconstruye la
compleja y, algunas veces, polémica biografía de Rivano, que es también
“la memoria de los olvidados”, de una ciudad poco conocida, llena de
personajes inusitados, vívidos y entrañables.