Eran tres mujeres jóvenes, sin formación académica, sin experiencia y sin nada que perder. Por aquella época, no había aún librerías en Egipto. La cultura se hundía bajo la mala gestión de un gobierno corrupto y los libros se consideraban un lujo, no una necesidad.
La librera de El Cairo, con su ecléctico reparto de personajes entrañables, nos transporta a una ciudad que trasciende a su propia historia, y nos permite asistir a su lenta pero audaz transformación para alejarse de un sistema arcaico, misógino y corrupto. Como El edificio Yacobián, de Alaa Al Aswany, en su momento, este libro permite que sean los protagonistas y sus pequeñas historias los que construyan el alma de la capital de Egipto.