Y al fin vino del interior de Egipto el extraño oscuro ante el que se inclinaban los Fellás; silencioso, descarnado, enigmáticamente altivo y envuelto en telas rojas como las llamas del sol poniente. A su alrededor se apretaban las masas, ansiosas de sus órdenes, pero al marcharse no podían repetir lo que habían oído; mientras por las naciones se propagaba la pavorosa noticia de que las bestias salvajes le seguían lamiéndole ... Ver más Ocultar Y al fin vino del interior de Egipto el extraño oscuro ante el que se inclinaban los Fellás; silencioso, descarnado, enigmáticamente altivo y envuelto en telas rojas como las llamas del sol poniente. A su alrededor se apretaban las masas, ansiosas de sus órdenes, pero al marcharse no podían repetir lo que habían oído; mientras por las naciones se propagaba la pavorosa noticia de que las bestias salvajes le seguían lamiéndole las manos. Pronto comenzó en el mar un nacimiento pernicioso; tierras olvidadas con agujas de oro cubiertas de algas; se abrió el suelo y auroras furiosas se abatieron sobre las estremecidas ciudadelas de los hombres. Entonces, aplastando lo que había moldeado por juego, el caos idiota barrió el polvo d Y al fin vino del interior de Egipto el extraño oscuro ante el que se inclinaban los Fellás; silencioso, descarnado, enigmáticamente altivo y envuelto en telas rojas como las llamas del sol poniente. A su alrededor se apretaban las masas, ansiosas de sus órdenes, pero al marcharse no podían repetir lo que habían oído; mientras por las naciones se propagaba la pavorosa noticia de que las bestias salvajes le seguían lamiéndole las manos. Pronto comenzó en el mar un nacimiento pernicioso; tierras olvidadas con agujas de oro cubiertas de algas; se abrió el suelo y auroras furiosas se abatieron sobre las estremecidas ciudadelas de los hombres. Entonces, aplastando lo que había moldeado por juego, el caos idiota barrió el polvo d