Según el filósofo Mencio, los niños son como brotes que dependen de la tierra, la luz del sol, el agua y sobre todo el esfuerzo y la dedicación de unos jardineros pacientes. A veces necesitan nuestra protección; otras, que nos alejemos y les dejemos crecer. Como los nuevos tallos de una planta, la personalidad de un niño, su comportamiento, virtudes y defectos son visibles desde temprano, pero al mismo tiempo cambian de forma constante.
Partiendo del taoísmo y el confucianismo, la filósofa Erin Cline nos revela que, a diferencia de la enseñanza actual, obsesionada con el éxito y los logros, los antiguos filósofos chinos se centraban en la realización personal entendida en términos morales, es decir, en el cultivo diario de valores como el amor, la confianza, la solidaridad, el respeto, la empatía y la creatividad, así como el nexo con la naturaleza y el descubrimiento de la verdadera vocación.
Recurriendo a métodos activos que contribuyen al desarrollo de los niños, así como a actividades más sencillas, este libro nos muestra que la filosofía china tradicional es una valiosa guía para alcanzar el equilibrio en la crianza.
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Ariel
Erin Cline