En Norteamérica, O. Henry es un «imprescindible». Para los lectores de habla hispana, descubrir a este autor constituye un auténtico placer.Narrador soberbio, sus historias breves, ágiles, tiernas, originales, jocosas, sorprendentes, cinematográficas, líricas en ocasiones, humorísticas siempre, están protagonizadas por personajes que, pese a su sencillez, desbordan humanidad.O. Henry escribió más de seiscientos cuentos, inaugurando un estilo de relato rápido y fundamentado de principio a fin en la escena final o, más exactamente, en la frase final, donde se revela de golpe toda la historia ante el asombro del lector.O. Henry era el pseudónimo del periodista, farmacéutico, ranchero, banquero, desfalcador, aventurero, presidiario y cuentista estadounidense William Sydney Porter (1862-1910).Gran lector desde la infancia y alumno estudioso, dejó la escuela a los quince años. Aprendió un poco de francés, alemán y español, y comenzó una andadura literaria compuesta por más de 600 cuentos rebosantes de gracia y originalidad. Tuvo una juventud bohemia y borrascosa, viajó infatigablemente por América (vivió en Honduras cerca de 7 años) y Europa, y se dedicó a los más diversos oficios.En 1901 se produjo un cambio definitivo en la vida de William Sydney Porter: adoptó definitivamente el pseudónimo con el que ha pasado a la historia de la literatura, y se afincó en Nueva York, donde viviría hasta su muerte. En esta ciudad, que el escritor amaba, y escenario de muchas de sus narraciones, O. Henry obtuvo el reconocimiento del público, aunque su relativa fama y su éxito literario nunca le brindaron un bienestar económico.Cesare Pavese, que le consideraba uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana, dijo de él: «Terminaba sus historias como antes nadie lo había hecho».Borges escribió: «Poe sostuvo que todo cuento debe redactarse en función del desenlace; O. Henry exageró esta doctrina y llegó así al trick story, al relato en cuya línea final acecha una sorpresa» .