Para las ciencias humanas; los mundos campesinos son algo remoto. A pesar de que cada día se vuelve más y más evidente que la vida en la Tierra depende; precisamente; de lo que suceda ¿en la tierra¿; se sigue situando esos mundos en el pasado y en un afuera del pensamiento; una terra incognita. Paradójicamente; la vida campesina es ¿pensada¿ por cientistas que no trabajan los suelos; pues; según parece; esa vida no puede ¿pensarse a sí misma¿; desde las prácticas conjuntas y las voces humanas y vegetales que habitan los campos.Esta exclusión; necesaria para conservar el paradigma de la Economía y la Producción; viene de lejos: fisiócratas; liberales y marxistas han discriminado ontológicamente a las plantas a lo largo de la historia; habilitando una distancia que permitió explotarlas mejor.Este libro se propone rastrear y combatir esa distancia. Pero para ello hace falta ¿animar¿ el mundo agrario; atender al hecho de que las plantas son seres sensibles e inteligentes y; por qué no; intuitivos. Desarmando sus propias persistencias teóricas; y entregándose a lo que llama una ¿etnografía especulativa¿; Dusan Kazic descubre que los campesinos y las campesinas animan a las plantas desde siempre; que existe una ecología afectiva que los hace trabajar en conjunto; y que de ese modo emerge un mundo generativo más que productivo; cooperante más que extractivo.Así; a través de los gestos de recolectar; trasplantar o desmalezar; y de historias contadas por quienes conviven con las plantas; se vislumbra un mundo no idealizado donde hay lugar para amarlas o maldecirlas; comerlas sin por ello retirarles el afecto; cuidarlas y ser cuidados por ellas; disculparse ante el descuido o la fatalidad; abandonarlas y regresar a ellas; sufrir y gozar por y con ellas; vivir y morir junto a ellas. Y seguir fabulando posibles inseparados.