Enseñar ha sido mi oficio o más bien un aspecto de mi
oficio, junto con la labor investigadora. A menudo suelo
decir que me gusta enseñar. Pero aprender me gusta aún
más. Considero que aprender es una de las grandes
alegrías de la vida. […] Y es entonces cuando pienso en el
maravilloso dibujo con el que Goya retrató a un viejo de
barba blanca que avanza laboriosamente apoyado por
dos bastones, coronado por dos palabras: ‘Aún aprendo’,
todavía sigo aprendiendo. Goya pensaba en sí mismo, y
yo, al mirar al anciano, me reconozco en él. Nunca dejas
de aprender.” Con estas palabras, Carlo Ginzburg agradeció el Premio Balzan, que recibió en Roma en noviembre de 2010.
Los textos que componen Aún aprendo expresan la retrospección erudita que ha modelado la investigación del
italiano en varias direcciones: documentos inquisitoriales,
preguntas teóricas, pesquisas metodológicas y libros que lo
siguen interpelando. Así, estos cuatro ensayos poseen una
definición precisa: recorridos descriptivos de los experimentos historiográficos que abordan desde el presente las
preguntas de investigaciones que continúan abiertas.
De este modo, sostiene Rafael Gaune en su presentación:
“Los experimentos de Aún aprendo son las trayectorias en
las que Ginzburg se mantuvo aparte, silencioso, lento, para
ofrecer, con el tiempo de la retrospectiva, respuestas a su
propio oficio e investigaciones. El tiempo lento de la filología en conjunto con el ‘taller del historiador’ permiten,
simultáneamente, la retrospectiva, pero también son una
medicina a la frenética rapidez de la actual investigación”.